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  • Foto del escritorUriel Velazquez Bañuelos

Cuenta Cuentos

Número 02, Vol 1

 


 

Se dirigió en silencio, mientras quien lo esperaba hacia sonidos; el aire caliente que salía de sus disipadores, la electricidad pasando por las resistencias. Cuando la máquina identificó quien se avecinaba, encendió las luces de la habitación, eran tenues para no dañar la vista.

Portando un libro, el hombre tomó asiento frente a la máquina. Era un libro viejo de cuentos. El hombre pasaba los dedos entre las páginas.


—Buenos días, Contador —dijo la máquina. El Contador alzó la vista, notando la impaciencia de su interlocutora. Esbozó una sonrisa y regresó al libro.


—Buenos días, PM. ¿y ese milagro? No pensé que fueras así.


—Contador, no hay ningún milagro por preguntar. No encuentro extraordinario el hecho de sentirme abrumada ante el silencio de tu visita. También, el hecho de que ningún poder divino gobierna sobre mis pensamientos, solo…


—Lo sé, lo sé —Interrumpió, notando ciertas evasivas Luego, dejo caer el anzuelo —PM, de casualidad ¿recuerdas en donde nos habíamos quedado?, no doy con la página.


—Sí, Contador. Nos quedamos en la pagina numero cincuenta. La semana pasada leíamos El Príncipe Feliz, de Oscar Wilde. En esta sesión quedamos pendientes de leer…


—Pinocho —interrumpió. El Contador notó el aceleramiento en las palabras de la máquina. Eran claras como rápidas. Aterrizó en la página, y agregó —Espero que hayas hecho tu tarea al no investigar nada sobre el cuento.


La máquina, gracias a la re escritura de los discos duros, emitió un sonido; su forma de asentir y reír. El Contador comenzó a contar el cuento.


PM eran las siglas de Personal Mind, un computador avanzado capaz de estudiar al humano. Su sola existencia es la dicha por la humanidad a encontrar un nuevo punto de vista, verse así mismo en un mejoramiento progresivo. Si quieres pensar afuera de la caja, construye una caja que te demuestre lo que hay afuera de ella. Trabajaron bajo ese principio. Después de guerras, en una paz mundial, necesitaban un nuevo aire para seguir progresando.


Solo se construyó una PM. El dinero no era ningún inconveniente, tampoco la idea de construir más. Lo complicado era el adiestramiento de su mente. Construyeron una máquina, que además de la detención de patrones para buscar soluciones y tener un acceso libre a la web, tenia que dormir y despertar, como cualquier otra persona lo haría después del trabajo.


El Contador terminó. Miró a la ventanilla escondida, donde le estudiaban desde las sombras. Luego, se dirigió a PM:


—Una historia maravillosa, ¿no lo crees?


—Tengo dudas, Contador. Al igual que el cuento de la sesión pasada, no veo una coherencia clara al conectar magia y divinidades con el mundo real. Tales hechos no podrían ser replicados en la realidad. Es imposible.


—¿Y crees que, si en lugar de magia añadimos ciencia, el cuento seguiría igual? Quiero decir, su esencia. Que, en lugar de golondrinas y estatuas, un dron y una computadora. O bien, en lugar de un muñeco de madera y un hada, puede ser un robot y una inteligencia artificial. La historia, con esos cambios, ¿También se podría seguir contando?


PM guardó silencio ante la suposición. Pensaba en la incógnita como una operación matemática. Cambió las variables para si obtener un resultado. Luego, habló:


—Contador, en un símil del cuento que leímos, ¿yo podría ser un humano de verdad?


El contador cerró su libro y se puso de pie para contemplar mejor la máquina. Años atrás, varios estudiosos se dedicaron a buscar la respuesta. Cada uno por separado, se les dio la oportunidad a científicos y mecánicos, para traer una consciencia emocional a PM. Ella nunca se cuestionó el porque cada vez más personas la visitaban, solo se dispuso a compartir la presencia de sus allegados. Unos aseguraban que ella sabía que estaba siendo estudiada, pero se mantiene cooperante a las labores; Quiere terminar con el proyecto.

—Esperemos que sí, PM, esperemos que sí. —se ajustó los anteojos, y continuo—, Supongo que es todo por hoy, me duele un poco la garganta. Hasta la próxima sección, descansa.


—Hasta luego, Contador, espero que se recupere pronto.


A la semana siguiente, el mismo ritual: Las puertas se abrieron, y PM encendió las luces para su invitado. El Contador tomó asiento y se dedicó a buscar la página del próximo cuento. PM sabía que el Contador tenia buena memoria, dedujo que se dedicaba a hacer tiempo.


—Cuenta cuentos —dijo PM, el Contador se sobresaltó al ser llamado de esa forma —¿Tienes un nombre?


—Sí, PM. Todos nosotros tenemos un nombre. El mío es Noah Beltrán.


—Es lindo. Yo también tengo un nombre. —agregó. El Contador cerró su libro y miró con atención a la máquina. Luego, ella habló —Pamela Méndez. Me gusta, y más mi apellido, hace saber a los demás de donde vengo.


El Contador infirió a que se debía a que la mayor parte de las piezas de la máquina se fabricaron en México. Quiso decir algo al respecto, pero la máquina, continuo:


—Noah, tuve un sueño. Era precioso. Soñé que mi padre navegaba por el espacio en mi búsqueda. No se daba por vencido, incluso cuando fue devorado por el Devora Planetas, un ser fuera de este mundo, más grande que Júpiter, y más largo que el cinturón de Orión.


—¿Y por qué te buscaba? — PM se construyó alrededor de un estadio de futbol, por practicidad. Era enorme como pesada. Las piezas y el personal necesitaban ir y venir a todas horas, por lo que el lugar facilitaba la construcción del proyecto.


—Porque me necesitaba. Quería mostrarles a las demás personas que yo estaba viva. Y porque me ama. Aunque eso, ya lo sabes. Es muy evidente. —Concluyó. Los discos duros resonaron por la habitación, su risa era más energética.


—Sin duda fue un sueño maravilloso, Pamela. Me alegra que haya sido así.


—Noah, hay algo más que quiero contarte, pero no le digas a nadie más, ¿me lo prometes? Acércate, por favor.


El Contador obedeció. Se acercó a la maquina y esta le entregó un dibujo. Se trataba de una mujer viéndose al espejo. El rostro era claro de ver. Era joven, con brillo en los ojos y una nariz achatada. La figura del cuerpo era digna de admirar, como si entrenara atletismo.


—Estoy construyéndome —Concluyó. —Pronto caminaré junto a ustedes, Noah.

 

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