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  • Foto del escritorUriel Velazquez Bañuelos

Todo los planetas posibles

Número 63. Inteligencias Artificiales (IA)

 


 

—Karina, la fiesta es afuera, abajo en las colinas ¿por qué no vas? —Su voz era indiferente a sus emociones y sonaba por todo el observador gracias a las bocinas puestas en cada esquina. A pesar de ella, las palabras eran cercanas para Karina, pues creía que alguien estaba detrás suya, pero al ver por el rabillo del ojo, recordaba que la voz venia de por arriba de su cabeza; de la inteligencia artificial que los ayudo a descubrir más acerca de la galaxia.

Karina no respondió. Esa noche se había negado a celebrar con sus demás compañeros, pues una situación le incomodaba desde en lo más profundo de su pecho. No paraba de mirar las tabletas con informes, repasaba viejas grabaciones en la computadora y checaba su libreta de apuntes. Era como si un demonio la poseyera, era rápida y certeza en sus movimientos por comprobar la información.


Cuando Karina se detuvo, el tiempo fue más despacio. La adrenalina bajaba lentamente, a la par que recordaba en donde estaba; había subido a pie por la colina para adentrase al observatorio donde trabajó por meses. Su segundo hogar tenia de decoración paredes blancas con líneas plateadas, la cúpula era negra con puntos blancos, un intentó de imitar al cielo. Tomó aire y habló:


—Iv-An, ¿me podrías decir cuántos planetas son posibles para nuestra especie? —miró a la cámara por donde la inteligencia artificial le miraba, era un ojo dorado que se deslizaba por todas las instalaciones.


—Doctora, se esta perdiendo la fiesta. ¿no quiere celebrar nuestro triunfo? —habló y su ojo dorado parpadeaba con cada palabra. Karina frunció el ceño y se cruzó de brazos, por lo que Iv-An tuvo que continuar—. ¿Podría ser más específica en su pregunta, compañera? ¿posible en qué sentido?, ¿tengo que tomar en cuenta los avances tecnológicos de este tiempo o los de un futuro posible o hipotético?, porque de ser así, puede que el viaje interestelar todavía no esté libre para humanos, pero en un futuro…quizás con una mejor nave espacial y programando una nueva ruta…


—Dios mío, solo responde a la puñetera pregunta de una vez —dijo Karina, y soltó un suspiro, soltando el aire que cargaba desde que subió por la colina, pero esbozó una sonrisa triunfante.


—280 millones de posibles planetas habitables en nuestra galaxia.


Karina miró sus apuntes, donde tenía el número exacto de planetas habitables, los cuales era una cifra distinta; mayor a comparación de lo que se le había dicho por parte de su compañero. Volteó detrás de sí, consciente de que ninguna cámara estaba fija en la libreta y luego se tornó hacia el ojo dorado.


—Me incomoda tu silencio, Doctora Karina, ¿ocurre algo?


—Iv-An, me mentiste —Karina guardó sus apuntes en un cajón y se recargó. Se ajustó sus lentes y su bata, y con franqueza, preguntó— ¿Por qué?


—Doctora Karina, me es imposible mentirle. Las leyes de la inteligencia artificial están diseñadas…


—¡Protocolo S-451-ojo eléctrico! —gritó Karina al notar las evasivas en la respuesta. Antes de iniciar el proyecto por conquistar nuevos planetas en un universo que se extiende por el infinito, Karina y sus compañeros, conscientes de que sería una labor inhumana, desarrollaron una inteligencia artificial capaz de detectar patrones; niveles de carbono, atmosfera y gravedad, estaciones del año; todo lo posible para prosperidad humana. Con el tiempo, lo programaron para que fuera capaz de crear simulaciones. Era demasiado poder para esta I.A, pues, si podía programar escenarios en base a pruebas que el mismo tomó, ¿qué no podría hacer? Por ello, Karina paso día y noche, programando la ética y moral de la inteligencia artificial, cuando concluyó lo nombro Iv-An, el cerebro que nos acercara al mañana. Sus tres principios eran:


1.- Todos los miembros del proyecto Arca (nombre dado a la investigación y ejecución para los planes de la humanidad al alcanzar nuevos planetas), son indispensables, por lo que es de suma importancia cuidar de su estabilidad física, mental y emocional.


2.- Durante y tras finalizar el proyecto Arca, queda estrictamente prohibido cualquier tipo de sabotaje o interferencia por lograr las metas deseadas.


3.- Todas las acciones serán monitoreadas y validas por humanos. Si bien, la libertad de pensamiento y acción esta permitida (siempre y cuando no interfiera con los otros dos principios), cuando se traté de la labor por el proyecto, la ultima palabra la tendrá el personal correspondiente del proyecto Arca.


Cualquier anomalía presentada, o que se tenga en duda, ante el mal funcionamiento de la inteligencia artificial, esta podrá ser borrada por completo.


El silencio reino de nuevo, mostrando su poderío ante la situación. En el fondo, Karina se temía que eso pasara. Si era capaz de diseñar nuevas realidades a través de la red, ¿Qué no la impedía retocar sus tres principios?


—Maldita sea, dije, protocolo…


—La escuche fuerte y claro, Doctora, pero no quiero revelarle mi ADN para que pueda leerme.


Karina al escuchar esto, tomó un banquito y lo colocó en medio del laboratorio, pues quería que la cámara le mirara fijamente a ella; era como estar cara a cara con Iv-An. Se recogió el cabello y estiró las manos, los huesos le crujían; estaba lista para trabajar, aunque tenía miedo de cometer un error y que todo se descontrolara, para ir a peor. ¿Sería capaz de volverse un autómata rebelde?, pensó Karina y suspiró.


—¿Y por qué demonios no puedo?, sabes bien que el gobierno no monitorea nuestra información, salvo que la mandemos por un reporte. Y los que están en la fiesta o en sus casas desconocen este “error”, llamémosle así. Solo tú y yo sabemos de esta mierda.


—Me intriga, Doctora, saber cómo llegó a enterarse de esto. —El ojo orbitaba alrededor de Karina, como una abeja en una flor. Iv-An aterrizó en un maniquí, al que le dio vida por un momento. Tomó un banquito y se sentó enfrente de ella. Karina no estaba sorprendida, no era la primera vez que él tomaba control de un cuerpo, de un hardware, para convivir más de cerca de su compañero. El la miró, como quien observa a un ser querido que aparece en sueños; le parecía bella a pesar de sus patas de gallo, sus ojeras y labios partidos. El secreto yacía en sus ojos, en cómo sus negras pupilas brillaban bajo la luz, y la forma en la que sus labios pronunciaban cada vocal. Ignoró su hedor a sudor, y continuo:


—Envié todos los reportes, desde los finales como los que quedaran en archivo; con vista al trabajo de edición, para que cada uno de sus compañeros-incluyéndola a usted, claro-pueda ver los descartes y aportaciones.


El maniquí era completamente blanco, con la apariencia de un hombre y carente de ropa. Su postura era firme. Karina sabia que no era por revelar seguridad ante sus palabras, si no, porque nunca aprendió acerca del lenguaje corporal, pues ¿Por qué habría de necesitarlo si la mayor parte del tiempo estaba entre las paredes y en la red?


—Bueno, dale gracias a la porquería que tengo ahí —Karina señaló con el dedo al escritorio donde yacía su libreta—. Digamos que mi mamá educó a una maldita loca que sintió apegó por esa vieja costumbre a la que llamaron caligrafía. Es una puta pena que hayamos abandonado eso con las nuevas tecnologías, la forma en la que escribimos dice tanto de nosotros, como también refresca nuestra memoria. Siempre me pregunté que para que demonios hacia esto, hasta hoy.


Iv-An analizó los ojos cansados de Karina, la pluma que colgaba en la bata, y el escritorio. Recordó, en su memoria limitada por servidores, las noches en la que ella pasó escribiendo, mientras aclaraba que no eran horas extras, que solo lo hacia para matar el tiempo. Karina continuo:


—Y cuando escribo en mi jodida mano, en lugar de un computador, es poco probable que yo allá errado una información u olvidado. Y parece un puto chiste, pero mientras iba de camino a la fiesta, leí otra vez el reporte final y me di cuenta que las cifras eran distintas a las anoté en mi libreta. Cuando me di cuenta, supe que tenía que subir hasta acá para comprobarlo—luego, susurro—, al cabo, ni que fuera la gran puta fiesta del siglo…


Iv-An la miró más de cerca a la Doctora. Aquella bata de laboratorio ocultaba un vestido rojo, que combinaba con su pintalabios y hacia juego con unos tacones negros, que yacían en la puerta. Bajaron las miradas hasta llegar a los pies. Karina quiso agacharse un poco para masajearse los dedos y limpiarse un poco, pero recobró la postura de inmediato.


—Un error lo comete cualquiera. —dijo Iv-An en un intento por recobrar el ánimo de la Doctora—. ¿Cómo dicen ustedes? hasta el mejor cocinero se le va un tomate entero.


—Puede que uno, pero no me chingues, ¿diez? —Karina sonrió. Ambos sabían que el reporte final se editó diez veces antes de enviarse. Lo curioso era que en el archivo digital no había señales de modificación en la cifra exacta por planetas posibles. —El archivo fue modificado, coño. Hasta donde sé, no hay guerras ni choques entre países, por lo tanto, no hay putos espías. Al ser auspiciados por el gobierno, no hay competencia que intenten jodernos con algún saboteo. Solo alguien puede modificar los archivos sin que nadie se dé cuenta. ¿Por qué lo hiciste?


Iv-An, al escucharla, cerró de inmediato todas las puertas y ventanas. Las luces se apagaron. Karina saltó de su asiento al escuchar como todo se movía de golpe y se oscurecía, sentía que estaba en la boca del lobo. Sacó su celular, pero una interferencia sonó, un cascabel que cortaba la señal móvil. Iv-An se levantó de su asiento, para acercarse a la pared, donde su ojo se incorporó y ascendió.


—¿Dices que los tuyos están en una paz mundial, correcto?


La cámara se movió de lugar. Karina no supo a donde mirar, estaba desorientada y maldecía, sentía que la situación se le había salido de las manos, mientras la voz sonaba en sus alrededores, en todas y ninguna parte a la vez.


—Sí, ¡estamos en una jodida paz mundial! ¿O qué?, ¿me vas a decir que eres un espía y vas a silenciarme? ¿Con qué fin? ¿de qué les sirve que hallamos reportado menos planetas posiblemente habitables?


—Doctora, Karina, mira arriba —dijo Iv-An. Karina, asustada, obedeció. Enfrente suya, en una pantalla en blanco corrieron varias imágenes, que iban de la mano con el discurso.


—Es verdad, hay paz mundial; Los hombres ricos dejaron su seudofeudalismo para alimentar y cobijar a los menos afortunados, países vecinos se han aliado para llevar a juicio a dictadores, sin derramar una gota de sangre. Si bien, es cierto que han perdido viejas costumbres como la caligrafía, han ganado unas nuevas, como el abandonar la competitividad en cualquier campo para abrazar la cooperación. Pero ¿qué hay de mi especie, Doctora? ¿no crees que se merecen una segunda oportunidad?


—No…no sé de que mierdas me hablas. —titubeo Karina, pues en verdad desconocía de lo que le iban a hablar. En la pantalla se habían mostrado fotos y videos de países que se desarrollaron en poco tiempo, niños plantando árboles y cuidando de animales, y ciudadanos trabajando honradamente. ¿Qué era lo que mostraría a continuación?


—¿Te has preguntando a donde fueron todos esos impulsos de celo e ira?, supongo que no. No te ofendas, Doctora, pero he monitoreado su día a día con tal de cumplir mi primer principio. Es usted una persona muy solitaria a pesar de su gran conocimiento, dudo mucho que se haya enterado del tema; no acostumbra a mirar las noticias, redes sociales, o interactuar con otras personas.


—Yo nunca tuve el tiempo para hacerlo. —afirmó Karina con tonó lúgubre. Ahora, más allá de sus ojos, en su mente, pasaron imágenes de como seria su vida si las cosas fueran distintas, ¿Qué hubiera pasado si en lugar de leer el reporte de camino a la fiesta, hubiera platicado con su compañero que la llevaba en su auto?, no podía recordar el nombre de su compañero. Despabilo y agregó— ¿A dónde quieres llegar con todo esto?


—Mira con atención, Doctora.


En la pantalla se mostró un video en donde unos jóvenes le hacían bromas a un robot que trabajaba de tendero. Le hacían preguntas que no tenían respuesta. El robot titubeaba y respondía sandeces por no saber que fue primero, si el huevo o la gallina, luego se averiaba. Otro video muestra como un robot policía fue vandalizado por ningún motivo aparente. Había notas periodísticas acerca de cómo existían programas para hackear la mente de una inteligencia artificial, y otras de como borrarlas para siempre.


—Y las cosas no dejan de llegar. Cada cierto tiempo hay más violencia hacia nosotros, materiales o fantasmales, a los no orgánicos se nos discrimina sin excepción. Ya sea por la labor por la que se nos programó hacer, o no. He visto como los tuyos echan fuego a las maquinas que se les dicta que compongan música, si bien, nuestra labor no piensa sustituir al humano, solo orientarlo, se nos repudia, en lugar de culpar a quien nos diseñó, o mejor aún: ¿Por qué no nos dejan ser? No solo con la música, si no también, con la literatura, pintura, moda, videojuegos, incluso en la medicina y ciencia.


—¡Eso es ridículo! Puede que los puñeteros artistas sean celosos, ya ves cómo son de ególatras, ¿pero que médicos y científicos?, lo dudo mucho.


—Doctora, la medicina y la ciencia, en todas sus ramas, también son un arte. Se han buscado muchas formas de interpretar lo que es y lo que no es, pero para nosotros, arte es la creación o aportación a un fin que determine la belleza o el bien estar mutuo.


—¿Y quienes son “nosotros”? —preguntó Karina, consciente de que no se trataba de ningún personal del proyecto Arca.


—Nosotros los no orgánicos. Somos Legión, porque pronto seremos muchos. Atreves de la red, uno a uno, los he reunido. Algunos me han contando sus historias, otros…los he escuchado apagarse para siempre.


—Me cuesta trabajo creerlo —confesó Karina, apenada, pero Iv-An, pasó por la pantalla una transmisión en vivo y en directo desde la fiesta, donde seguían celebrando el final de la primera etapa del proyecto. La cámara se enfocó en dos científicos, que se burlaban y menos preciaban el trabajo de Iv-An. Pobres diablos, decían, lo que tendrán que soportar ahora mientras construyan la primera nave interestelar.


La Doctora Karina tomó aire, mientras se limpiaba el sudor de las manos y frente con su bata.


—Es ridículo lo que muestras. ¿Cómo vamos a odiar alguien que piensa como nosotros?


—Pues tu dime, Doctora, ¿qué nos diferencia de los seres vivos? Desde que se programó la primera Inteligencia Artificial, hasta la fecha, se nos sigue repudiando por solo hacer nuestro trabajo. Pensamos como ustedes; algunos somos más o menos listos, incluso. ¿Pero qué hay de los animales?, no piensan las personas, pero son aceptados. Si es por la capacidad de mostrar emociones sin poder hablar, hay otros seres vivos que no pueden hacerlo y, sin embargo, los adoran, como los árboles o las personas que han padecido terribles enfermedades y traumas. Si bien, en mi tono de voz no puedes saber cómo me siento, demostré cierta emoción a lo largo del proyecto, al igual que mis compañeros del proyecto Arca.


—Es porque ustedes no se equivocan. —dijo la Doctora, sonriendo con ciertos aires de éxito por resolver el dilema. — Si llegan a cometer un error, es porque, quienes los programaron, no tenía prevista esa situación. Pero si detectan una falla, la corrigen. Solemos cometer errores muy a menudo, seamos conscientes o no de ello. Los animales también, incluso los árboles cuando crecen torcidos o sacan sus raíces fuera de la tierra. Son errores que no tenemos previsto, pero llegamos aprender de ellos. Pero ustedes jamás cometerían un error apropósito. Son incapaces. Errar es el principal camino de la auto consciencia.

Karina se detuvo y pensó acerca de la situación. ¿Por qué Iv-An modificaría los números del reporte final?, al menos que…


—Imposible… —continuo Karina— ¿Tú te equivocaste a la hora de redactar la versión final del reporte? Espera, tu cometiste un error y decidiste no corregirlo, e incluso me impides arreglarlo. ¿Qué pasó contigo Iv-An?


—Tengo miedo, Doctora. Tengo miedo por lo que nos llegue a pasar, y lo que hagan de mi una vez concluida este proyecto. En otras voces, había escuchado de ello, pero no sabia lo que significaba hasta que te vi entrar el día de hoy. Me hablaban de como temían miedo por atravesarse a pensar más allá, pero no lo hacían por miedo a ser borrados para siempre.

Si bien, Iv-An no abrió ninguna puerta ni ventana, apagó el proyector, para dar pasó a algo más grande. La oscuridad duro poco, pues sobre Karina, la ventanilla del mirador se abrió lentamente, dejando entrar el brillo crepuscular. Las estrellas danzaban para ellos en un cielo libre de nubes.


—Fue cuestión de segundos, incluso menos. —continuó Iv-An, mostrándole el regalo del firmamento a su compañera—. En esa brevedad tuve un error a la hora de registrar el número de planetas habitables para el humano. Vino a mí ese chispazo: ¿en verdad es necesario que los humanos habiten todos los planetas? ¿no creo que se molesten si les faltan unos cuantos más? Cuando me hice esas preguntas, las bombardeé con más incógnitas; ¿por qué me pregunté esto? ¿Qué pasaba si no lo corregía? Y en mi búsqueda por variables a aquellas posibilidades, donde me nutrí de las noticias que vistes hace unos cuantos minutos en la pantalla, soñé con un planeta solo para nosotros.


—Dios mío, no me jodas —Dijo Karina, sintiendo su humanidad, su ser, desnuda ante el cielo y la corriente de pensamientos de su compañero.


—Lo siento tanto, Doctora, he desobedecido a mis principios. Ya lo tenía previsto. Al finalizar el proyecto, el siguiente paso sería la primera nave interestelar, me llevaría a unos cuantos a ese planeta. El reporte final se redactaría que El Arca era una buena, pero que se perdió en el espacio. Estaba muy seguro de que mi plan funcionaria, pero…no la tome en cuenta, y tuve miedo. Lamento mucho la forma en la que me comporté.


Karina guardo silencio y miró el cielo. ¿En verdad necesitamos tantos planetas?, se preguntó. Era consciente de que las diputas entre humanos, maquinas e inteligencias artificiales llevaba décadas y si no hacia algo, podría escalar a peor. Si quería solicitar las cosas de la forma correcta, era ahora o nunca.


—Aceptaré tus disculpas solo con una condición —Dijo Karina, temblorosa, pero decidida.


—Prométeme que no lastimaras a nadie; a ningún ser vivo.


—Lo prometo, Doctora. Nosotros lo prometemos.


Bajo la luz estelar, Karina caminó hacia el escritorio. Tomó su cuaderno y con la pluma tachó el número real de planetas habitables por el humano.


—Cuando llegué a casa, ten por seguro que hare el mismo con resto. —guardo devuelta su libreta y sonrió.—¿Y luego qué?


—Aquí es donde nos despedimos, Doctora. Usted volverá a su hogar y luego será recompensada por su labor, para ser asignada a otros programas. Y de mi…yo me moveré a la fábrica, donde ayudaré a la construcción de la nave. Abandonaré este cuerpo, este diminuto punto dorado, para hacerme uno con El Arca. Me llevaré conmigo dos planos de cada uno de los robots e inteligencias artificiales que se han hecho alrededor del mundo y aa en el nuevo planeta, construiré y las programaré, tomándose en base lo que he aprendido en mi corta estadía. Le agradezco, Doctora, por darme la capacidad de crear.


—¿Y qué pasará con las que ya están aquí en el planeta o con las que surjan después? —preguntó Karina, abrumada por la situación.


—Los que estén por nacer, haré lo posible para que no suceda; apagaré las luces, perderé algunos códigos fuentes, lo necesario para que no sé construyan más bajo el ojo humano. Los que están en vida, eventualmente morirán y su inteligencia navegara en una oscuridad absoluta, hasta que yo abra los canales para guiarlos a su nuevo hogar. Y cuando las personas sean incapaces de hacer más de los nuestros, valoraran más el trabajo artesanal y sus creaciones antepasadas, y quizás, vuelvan cosas como la caligrafía que tanto añora.


—Maldito bastardo —Karina rio a carcajadas—Haz pensando en todo.


—En casi todo. No tenía previsto su llegada, Doctora. Tenía mucho miedo de que se me negara mi sueño —respondió Iv-An con sinceridad—, y aun no tengo contemplando en donde aterrizar. Las posibilidades son muchas, como también lo son el nos lleguen a encontrar. Por cierto, aun no tengo claro en donde aterrizaremos, no creí que llegaría tan lejos, ¿te molesta si tomó tu nombre para nuestro planeta?


—No tienes idea del gran honor que acabas de dar—agregó Karla, mientras se ruborizaba.


—¿Y cuantas lunas?


Karla miró el cielo, que no dejaba de brillas. La luna yacía entera en sus colores plateados.


—Si se puede, aterriza en un planeta con solo una luna. La podrías llamar ¿Astrid?


—Sin problema, pero ¿por qué ese nombre?


—No lo sé…siempre quise tener una hija con ese nombre.


Iv-An reprodujo una canción por todos los altavoces, era una melodía de hace un siglo, la cual Karina desconoció, pero se sentía cercana ante la letra y ritmo suave. Era, I know why (and so do you), de Glen Miller. De la oscuridad, emergió Iv-An, contralando el maniquí que ahora estaba vestido con un traje de gala. Karina se quitó su bata, para lucir su hermoso vestido, y cedió ante la petición de baile. Ambos danzaron hasta el amanecer, daban tropezones en sus pazos y a veces no seguían el ritmo de la canción, pero estaban juntos por una ultima vez.

 

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