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Foto del escritorUriel Velazquez Bañuelos

La Biblioteca De Piedra


 


 

En el asilo para ancianos viven alrededor de quinientos viejos. Unos más alegres que otros. Unos más sanos y viejos que otros. Algunos ancianos, los más desdichados, se sientan en el sofá, compartiendo el televisor con otros cuarenta. Cincuenta, o más viejos, esperan a que algún familiar suyo aparezca. Lo hacen cada tarde, pero ni siquiera las moscas se paran.


De no ser por la poca memoria entre los ancianos del asilo, cada uno recordaría el nombre de sus compañeros o la desgracia de ser olvidados por alguien que los amo. Pero estoy generalizando. Hay un anciana, que sin ver, recuerda a cada uno de las personas que pasaron frente suya.


Noche tras noche, Doña Maria sueña con rejuvenecer los rostros de sus compañeros. En el día, carga consigo, a todos lados, un libro de piedra donde no hay palabras; y aunque las hubiera, nadie se atrevería a tomarlos, ni por mera curiosidad. Ya en la tarde, pasa los dedos por la hoja de su libro y lee en voz alta, mientras se mese tranquilamente en su silla de madera.


Doña Maria sabe que, en ojos ajenos, el solo hecho de hablar consigo misma (y más aún, a una edad ya avanzada), es señal para asumir el miedo a la locura. Pero no hay temor en su corazón, ni delirios en sus ideas. En Doña Maria solo perdura la esperanza, sembrar nuevos recuerdos a todo aquel que se aventure a escucharla.

Ella, día tras día, pasa por la sala de estar, por el lobby, por cada pasillo del asilo y, sabiendo que nadie la siguió, se sienta a leer en voz alta las memorias de personas que fueron tiempo hace muchos años atrás, pero que serán en cada nuevo amanecer la compañía deseada.


 

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El Muro

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