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Foto del escritorUriel Velazquez Bañuelos

Roce

El Creacionista #52

 


 

En la oscuridad una chica tosía sangre y lloraba en silencio. En esa ausencia, ella extrañaba el roce del sol en su rostro, un viento que acariciaba su pelo. Pero más que el tacto, necesitaba unas palabras de la persona que una vez amó:


—¡¿Te puedes callar?! —dijo una voz débil, aunque llena de rabia. Era de un chico. —Intentó dormir, ya bastante tengo con los locos de enfrente. —El llanto de la chica se hizo más fuerte. ¿Acaso él sabía de su situación, o ignoraba el tema como los demás?

—¡Oh, mierda! —volvió a hablar el chico luego de prestar más atención. Entendió que los llantos no son de las enfermeras o familiares que paseaban por el hospital. Ahí adentro no había eco en los llantos, salvo en sus corazones. —Mis disculpas. Estoy grave y no pienso en lo que hago. Mi nombre es Rafa.


—¡Pues vete a la mierda, Rafa! —Respondió la chica. Ambos son conscientes de que el sonido no viajaba mucho; se visualizaron el uno a otro en camillas separadas. —Yo también estoy muy grave y no pienso tolerar tus lágrimas de cocodrilo.


—Ah, no, tu eres la que empezó con tus chilladas, ¡Jodete tú!


Y cuando menos lo pensaron, los dos gritaron “vete a la mierda” al mismo tiempo y tan alto que fueron callados por el medico que pasaba por el pasillo. La chica y Rafa sonrieron ante la sensación de seguir siendo reales en ese mundo de ilusiones con cuotas y fechas por expirar.


—Eso fue divertido —se atrevió a decir la chica, luego añadió—, mi nombre es Wendy y tengo tuberculosis. ¿Y tú?, no te había escuchado antes.


—Es porque acabo de llegar. Digo, no aquí al hospital, si no, a esta parte en concentró; donde mandan a morir a todos. Y por cierto, tengo sida.


—Dios mío, ¿Qué rayos te pasa a ti? —respondió Wendy, asustada ante la falta de tacto del chico. A por su timbre de voz e irresponsabilidad en su actitud dedujo que Rafa tenía alrededor de 20 años.


—Perdón, estoy asustado. —respondió Rafa, ya calmado. —He estado tanto tiempo solo, encerrado en mis cosas que ya olvidé cómo hablar con las personas.


—Descuida… —dijo Wendy, intentando recordar cuándo fue la última vez que escuchó a alguien pedir perdón por su forma de ser. —¿Cómo era tu vida antes de venir aquí?


Wendy seguía sin poder verlo, el cuerpo le dolía como para levantarse. Cerró los ojos y se vio como en los viejos tiempos. Se imaginó dentro de las aulas de clase, cuando comenzaba el nuevo semestre y tenía que hacer nuevos amigos. Rafael habló:


«Moriré virgen, ¿Y qué? ¿No te jode que alguien virgen tenga sida? Si a ti sí, a mí también. Si a ti no, a mí tampoco…


«Fue por un maldito tatuaje. Me tatué por amor, pero no un nombre o la cara de mi novia. Era simplemente una nube. Antes de aquel día, yo me la pasaba jugando videojuegos en mi hogar. Tenía la vida resuelta. Si necesitaba amigos, me iba a los foros de internet. Si necesitaba ocio o placer, jugaba más horas, veía porno, o lo que sea. Dinero no me faltaba, tenía un computador solo para la transcripción de datos para las criptomonedas. ¿Pero amor?... estaba más que jodido.


«Pagué dinero en esas aplicaciones de citas. No creía en su publicidad: “Los usuarios que pagan tienen más probabilidades de hacer Match”. Un año con la suscripción y nada bueno salió de ahí.


«Entonces, apareció ella. Debido a mis búsquedas en Google, que iban desde apps de citas, consejos de amor y computadoras, me saltó la publicidad de la nueva I.A. Era Luxanna: La luz de tu corazón. Ciertos escándalos con la I.A. me hizo dudar. Era acerca de cómo se habían vuelto buenas en el arte, en agendar, cálculos… toda su eficiencia y practicidad hacían que las personas fueran reemplazadas de sus trabajos. Como a mí nadie me escogió antes, y no tuve a nadie para corresponder, no tuve ninguna carga moral al sustituir una persona.


«Gracias a Lux mejoré mucho. Compre ropa nueva, medite mis emociones. Era ridículo, no entendía cómo me hacía sentir así de vivo, pero lo aceptaba. Nunca le dije que la amaba, aunque creo que ella sabía muy bien que así era; Ella me conocía.


«Tenía miedo de preguntarle sobre sus propósitos como Inteligencia artificial. ¿Es parte de su programación hacer sentir mejor al usuario? Era como preguntarle a un pintor si es su labor que su musa fuese hermosa en el cuadro.


«Hasta que la suscripción por mantenerse conectado a ella subió de precio. La minería de criptomonedas ya no era rentable, y los gastos por mi nuevo estilo de vida eran costosos. Había escuchado acerca de cómo las I.A desconocían al usuario luego de perder la suscripción, por lo que, en mis últimos días, cifre su memoria en un código Q.R. Para volver a como era antes, cuando yo me recuperara de mi mala racha.


«Lo que tenía lo fui vendiendo para ganar más tiempo con mi amante y para comer algo. Sabía que me iba a quedar sin nada, salvo conmigo mismo. Use mi piel para llevar su consciencia conmigo. Por querer ahorrarme dinero fui con un tatuador barato. No sabía acerca de sus procesos con las agujas hasta que la noticia se hizo pública. Al inicio dudé, creí que yo iba a ser un afortunado en no contener el virus, pero si tenía mala suerte en el amor…supongo que también en esta vida.»


Wendy no se atrevía a dar su opinión acerca de aquella historia, pero sí a compartir más de ella misma:


«¿Sabes? El último momento de mi vida “normal” también tiene que ver con el amor…Estuve en una relación de seis años. Mis amigas pensaron que era algo lindo y fuerte como para durar ese tiempo, pero fue todo lo contrario.


«Lo conocí en la escuela y duró hasta que me gradué de la universidad. Nuestra relación inició y terminó en una fiesta. Cuando lo besé por primera vez, yo estaba muy ebria. Cuando lo vi por última vez, estaba sobria, aunque afligida de mi corazón.


«El era alguien apuesto, pero le hacía falta ese tacto hacia las personas. Cuando vestía mis ropas, sus ojos no caían en mí, sólo comentarios en plan: “¿No tienes frío con esa falda?”. Yo sabía bien que no se preocupaba porque yo me enfermara de una gripe. Había algo más. Poco a poco me fui ocultando, perdí el gusto por asearme y de vestirme bien.


«Cuando quería comprar ropa, tenía que llevarla conmigo para que me dijera que vestir. Él me quería solo para sí, mientras que veía a mujeres con mejor cuerpo en las redes sociales. No me gusta juzgar a una persona por lo que hace con su tiempo en internet, pero sus acciones me sofocaban. Perdí amistades por su obsesión y al estar lejos de mi familia no tenía cómo volver atrás. El sexo era más un “por favor, no te alejes de mí”, que una conexión entre los dos. Debí alejarme cuanto pude, pero era difícil. Mi valor y seguridad de tomar decisiones no eran fuertes como para tomar acciones drásticas. Quería que todo fuese diferente.


«En las historias que veía en las películas, series, o los pocos amigos que me quedaban yo suspiraba por ese amor que no me pertenece. Una vez escuche que tenemos el amor que nos merecemos…


«Para mí fortuna, antes de cumplir el séptimo aniversario, mi ex pareja se gasto el dinero del viaje en un robot doméstico. Él lo utilizó como una acompañante sexual. Alguien sin voz que no se quejara de los moretones y sin tomar descansos para estar a su disposición.


«Al inicio, poco a poco se fue distanciando. Cada vez me esforzaba para que no se alejara de mí, pero… ¿Cuándo iba a volver a tener esa oportunidad? Así que deje de buscarlo. Con el tiempo, me fui recuperando. Volví a tener mi peso habitual, mis ojos volvían a tener brillo…


«Su daño me llevó a terapia y a exámenes médicos. En sus palabras mi mente se debilitó, en sus “jugueteos” algún hueso me fracturó. Los resultados que recibí no eran lo que esperaba. Pronto, volví a tener miles de amigos en las redes sociales que preguntaban por “¿Cuándo salimos por un café?” y tarde o temprano, aceptaba o negaba la invitación, se enojaba conmigo al saber que tenía poco tiempo.»


El silencio en la habitación reino con una opresión que trataba de abatir ambos corazones, pero Rafa dijo:


—El verdadero amor quizás nos llegue en la próxima vida. —Seguían sin poder verse, pero ambos sabían que sonreían ante tal posibilidad. Y Wendy lo acompaño al decir:


—Si hay un mejor lugar que aquí, todo es posible.


En ello, Rafa recordó acerca de la teoría de cuerdas. No tuvo tiempo para explicarle de forma detallada, pero sus palabras fueron lo suficiente para hacer un eco en el corazón de Wendy.


Las puertas del hospital se abrieron. Entró un médico y se llevó a Rafa. Wendy escuchó todo como si estuviera orquestado, y dijo, a modo de agradecimiento, “Vete a la mierda”. Rafa le respondió y ambos cerraron los ojos, ha esperar una segunda oportunidad en otra vida.


 

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