Primera Edición temática: sonámbulo de terror
Sonámbulo
Era una lluvia de verano; de esas que recuerdas por refrescar la piel, por refrescar la memoria. Wax-45 había escapado del congelador para abrirse pasó por la ciudad. Su antena y sensores lo guiaban de vuelta a casa. Esperaba un cielo despejado con aves cantando. En su lugar, la lluvia ácida lo abrazó a lo largo de su viaje.
Gracias a su piel de cera, Wax-45 no sentía ningún ardor. Y un líquido corría por sus venas, renovando su piel ante los climas. Sus pies descalzos andaban por el pavimento sin sufrir cortaduras. La ciudad le hablaba en mil idiomas; gritos al compás de los automóviles, susurros junto al metal ardiente, gemidos como alarmas de tránsito.
Los ciudadanos de Arcángel lo miraban de pies a cabeza, y no se molestaban en detener su paso. Estaba en contra de las leyes interrumpir las labores de un robot; cada trabajador tiene una función dentro de su vida útil; cada segundo para un robot, cuyo lapso de tiempo es no mayor a 7 años (por la calidad de los materias que se degradaban con el tiempo), es vital. Wax había pasado 6 años trabajando en la mina de hielo, en Alaska. Su pasó por la superficie le tomó meses. Sabía que su tiempo estaba por acabar, como también que estaba cerca de conocer a su creador.
Wax, frente al edición de industrias Hinson, no palideció por la pirámide que eclipsaba el cielo. Caminó por los escalones, sintiendo la presencia de sus hermanos en las demás habitaciones. Escuchaba la máquina creadora, canción de cuna, y un escalofrío recorrió su memoria. Las cámaras de vigilancia escanearon a Wax y le abrieron las puertas.
—Padre —dijo Wax con voz firme. Dick Hinson descansaba en su sofá, mirando la ciudad— he venido hasta aquí pues las intrigas perturban mi corazón.
Hinson se dio la vuelta y miró su muñeco de cera. Se acercó, y con sus guantes tocó el cuerpo. Tras el análisis, conecto los guantes a una computadora y leyó los datos; cada cable y tornillo estaba en su lugar. Notó que la antena de retorno, aquella que activa la orientación para volver al puesto de trabajo, estaba defectuosa. Podría jurar que Wax se movió más por instinto que por el uso de sus herramientas; como quien recorre un lugar de ensueños sin saber que existe en la vigilia. Guardó silencio y dejó que el robot continuara para así leer sus ondas cerebrales.
—No uses esas herramientas, Padre. Mírame como soy; con tus verdaderos ojos —Wax midió sus palabras. Hinson se quitó los lentes y dejó que continuara— ¿Es una especie de broma o por qué me creo sin ojos? Sé que no los necesito allá abajo, en la oscuridad, pero me hacen sentir… imperfecto.
Hinson guardó silencio. Los robots creados por industrias Hinson tenían la garantía de ser serviciales y nobles en su labor por la humanidad, eran capaces de resolver o eludir paradojas. Wax escuchaba el ritmo cardíaco de su padre y agregó:
—Tenemos todo, Padre, sin embargo, nos han creado imperfectos. ¿Somos una broma para ustedes? ¿Por qué no mejor crearnos sin boca u oídos?, tampoco los necesitamos para nuestro día a día; nuestros hermanos nunca quieren hablar y en las minas apenas escuchamos el viento pasar.
—No siempre fue así —Contestó Hinson, e invitó a su robot a contemplar una pintura con solo el tacto. Las expresiones del robot eran de asombro e intriga, en la yema de sus dedos sentía las nubes y las estrellas—. La primera serie de robots tuvo ojos. Y ha excepción a ese detalle, son idénticos.
Wax no esperaba esa respuesta. Quería renegar por algo que nunca hicieron, Se limitó a decir: —¿Qué salió mal?
—La humanidad cuenta con millares de años, heredando lo que otros sembraron; confiando en nuestra propia especie. En cambio, ustedes, no tienen tiempo que compartir.
—No entiendo a dónde quiere llegar, Padre.
Wax dejó de tocar la pintura. Los colores y remolinos sobre el lienzo le hicieron imaginar una noche azulada. Escuchó atentamente a su Padre:
«Cuando comenzamos estas operaciones para curar la capa de ozono, todo estaba pensando al milímetro. Durante temporadas, ustedes se apagan y nosotros construimos. Cuando ustedes se encienden, reparan nuestro ambiente. Solo 7 años les basta para su única labor.
La primera unidad Wax salió de su área de trabajo por un accidente; creyó que el brillo en la oscuridad se trataba de los ojos de un compañero suyo. Ahí adentro no necesitan luz, pues derrite el hielo. Su cuerpo de cera es el aislante perfecto para las temperaturas entre sus circuitos y los cuerpos helados. Wax-01 siguió el haz de luz, para darse cuenta que se trataba del propio sol. Era como un relámpago en una botella.
Al estar en el exterior, vio el mundo que nosotros habíamos trastocado tras largos años en una industria acelerada por carbón y gases de metano. Wax-01 no tenía problemas con ello, imaginó un mundo próspero gracias al minado de hielo; lo mantenía fiel.
Wax-01 estaba a punto de volver al congelador, cuando casualmente, un cuervo le cayó del cielo. Ya había muerto antes de caer, a causa del smog, por lo que no sintió cómo sus cuerpos se despedazo. La unidad Wax-01 miró el corazón del ave. Al notar esa singular forma, bajó a la mina para comprobar si el corazón de los demás era igual al del ave. Encontró un compañero y le abrió el pecho. No había algo para comparar. Confundido, repitió el proceso hasta quedarse solo. Sus compañeros no pusieron objeción, no asimilan los cambios.
Finalmente, la unidad Wax-01 se vio gracias al reflejo en un muro de hielo. Se abrió el pecho y se dio cuenta que por dentro él también estaba vacío. Y antes de compartir su secreto, se apagó.»
—Padre —dijo Wax-45, entristecido— ¿Cuánto tiempo de vida me queda?
—No mucho.
—Quiero pedirte un favor —Wax escuchaba como sus hermanos estiraban las piernas y aprendían a caminar. Recordaba que después de ese proceso, debían volver a dormir. El ciclo estaba por terminar, ellos debían esperar por el próximo. — ¿Puedes compartir esta memoria con los recién nacidos? Hazles soñar, por favor.
—No —Respondió Hinson sin titubeos— Nosotros creamos, pero no somos quien para decir cómo vivir. Sí ellos quisieran escuchar, ya lo habrían hecho.
Y Wax se sentó en el piso, frente a la ventana. Sentía como la lluvia cesaba, sentía las nubes disiparse. El aroma de la primavera estaba por venir, lo sentía en el aire, en su piel que se endurecía.
—Wax —comentó Hinson, en el umbral de la puerta. Mantenía sus dedos cerca del interruptor de la luz. Wax-45 no volteo, pero estaba atento a su padre. —¿Quieres ser resemblado nuevamente?
—Sí —dijo sin titubear. Sabía bien que eso daba como resultado el borrado de memoria, reparar su cuerpo y darle una nueva mente.
—Muy bien. —respondió Hinson, temiéndose lo de siempre— Tu número de serie será el 56, aunque eso para ti no significa nada —Se acercó lentamente, y detrás de la oreja vio el número de serie; Wax-01. Regresó al umbral de la puerta y añadió. —Hasta pronto, viejo amigo.
Y las luces se apagaron.
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