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Foto del escritorUriel Velazquez Bañuelos

La Torre De Los Cuervos

N.010 - Inmovilidad

 


 

Hay un hombre en lo alto de una torre. Por encima de las nubes, más allá de donde las estrellas palidecen, él nos observa, él nos escucha. Su hogar yace en el centro de la ciudad. Nadie sube, al igual que nadie baja.


El hombre posee un telescopio, incrustado en medio de su habitación. Cuando mira a través de el, siente como los engranes se mueven bajo sus pies. El mecanismo le permite girar alrededor de la sala, sin levantarse de su asiento, sin apartar el ojo de la mirilla. Quienes observan la rotación desde abajo, creen que son los fuertes vientos que abrazan la torre.


El hombre está sujeto a un par de megáfonos. El eco, antes de pasar a ruido, antes de ser nada, se aloja en la boquilla de cobre, y choca con sus tímpanos. Aquellos secretos que llega a escuchar despiertan su interés. Quiere saber como son cuando son ocultados, quiere saber que serán cuando sean revelados.


Cuando el nos mira, cierra su ojo izquierdo, apretando los dientes. Cuando el nos observa, su ojo derecho siempre abierto, se mantiene al margen del cristal. Y de sus oídos, degustan lo que no puede saborear o sentir.


Las nubes alrededor de la torre no muestran qué hay más allá del cielo. Pocos saben de su mirada. Nadie sabe cuánto ha visto aquel sujeto.


Alguien pega un grito, al Este de la ciudadela, en un callejón. El hombre gira, siguiendo el curso de las ondas de sonido. Su ojo observa un par de manos callando los besos de aliento. Unos dedos se arrastran por debajo de una falda desgastada. Y la piel, que en principio era agradable a la vista, cada vez más es apartada de los rayos del sol, dejándose sofocar por lo que ocultan las sombras.


Su ojo intenta cerrarse por completo, mas el margen de la mirilla sujeta sus párpados a lo que un inicio el buscaba.


Sus oídos sintonizan una melodía que viene desde el Sur. Los engranes de la torre se mueven hasta dar con el lugar de los hechos. Por una grieta en la pared, su visión se cuela en el interior de la habitación. El ojo que todo lo ve, se pasea por la sala. Salvo la cuna, no hay muebles que llenen, ni cuadros que decoren, aquella habitación. Mira en el lecho, y quien se arrulla con la caja de música, no es más que un bebé, quien, aún petrificado, extiende sus brazos hacia el cielo.


Su ojo escapa de ahí, ignorando lo acontecido, mas su hermano gemelo sueña con aquellos huesos que sobresalían de la piel.


El ritmo del tic tac despierta su atención. Un sonido mecánico lo llama, pide que vaya al norte de la ciudad. El hombre acepta la invitación. Bajo un árbol seco, sobre las flores marchitas, alguien teclea en su máquina de escribir. La hoja, poco a poco, se revela ante sus ojos con una historia cuyas palabras aún poseen la frescura de la tinta, y manchones en cada signo de puntuación. El hombre nos está leyendo:


Su ojo izquierdo comienza a despertar. Ya ha tenido suficiente con las imágenes que no ha visto. Quiere buscar su propia realidad.


Su ojo derecho, comienza a decaer. Desea soñar con el sonido de una estrella fugas, perderse en la negrura que se extiende hasta el infinito, y dejar que un astro robe lo más preciado de el.


La hoja, sin llegar al punto final, es arrancada de la máquina y se une a la basura. Su ojo se cuela sin problemas en los desechos, mas no hay conclusión alguna para su búsqueda.


Atado a su trono, el hombre escucha a lo lejos, el ronroneo de otra máquina. Incapaz de mantener la mirada en la escena que le trajo sustento, es empujado a un nuevo lugar en donde un motor da energía a una silla eléctrica. Todavía no hay nadie sentando, pero estará ahí para ver cuando se desocupe el asiento.


El hombre escucha los pasos de las personas que se avecinan. Quiere escapar de ahí, quiere volver y quedarse en aquellas palabras donde su imaginación siempre será libre. Los guardias atan al prisionero en la silla eléctrica, y aunque las sombras ocultan sus rostros, el se mira ahí, sentando, en espera a que el próximo ruido que cruce por su cabeza, lo lleve muy lejos de donde está ahora.

 

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